Repensar Europa, así se llamaba el encuentro de cristianos que hemos celebrado en el Vaticano este fin de semana. Un encuentro para hablar del futuro de Europa y del valor de la unión. Un encuentro de gentes de toda Europa desde el Báltico hasta el Atlántico, desde el mar del norte al Mediterráneo. Un encuentro en el que el Papa advirtió contra los que levantan trincheras, contra los populistas que hacen de la protesta el corazón de su política sin ofrecer proyectos alternativos. Una llamada al diálogo si, pero al diálogo por la unidad, no por la exclusión. Todo un discurso a favor de la unión y en contra del supremacismo. Han sido unas jornadas intensas en las que hemos podido comprobar el aliento que la inmensa mayoría de los europeos nos proporcionan a quienes creemos que nadie es mejor que nadie, a quienes creemos que no hay quien pueda argumentar, desde los valores del cristianismo, una política separadora y egoísta. Una mirada basada, únicamente, en la autosatisfacción y en el despreció del otro. Europa y su unión es, sin duda, un proyecto esencialmente cristiano en sus orígenes.
Cuando uno pasa tres días en el Vaticano se encuentra, de repente, inmerso en el corazón de la historia de Europa y del mundo. Las pinturas de Miguel Ángel y Rafael, la impresiónante arquitectura de San Pedro y los acogedores brazos de la columnata de Bernini, brazos que parecen abrazar a la humanidad entera que transita entre ellos. Todo nos recuerda, en su inmensa dimensión, la historia del poder, poder con mayúsculas.“ Cuando un político pasea por el Vaticano debe de recordar que todos los errores que ahora vivimos en la política ya los sufrió antes la iglesia Católica” . Sabías palabras de un compañero de reunión. Corrupción, conflicto de legitimidades, fragmentación, cismas, guerras…todo ellos es parte de su historia. Por eso cuando uno escucha la voz de un cardenal, o de un miembro de la curia vaticana Escucha la voz de siglos de sabiduría y diplomacia. Se aprende más del arte de la política en tres días en el Vaticano que en tres años oyendo los debates de la sexta. Medir las palabras, calcular las frases con la precisión de un alquimista, mostrar prudencia y afabilidad. Todo un arte
En esas estábamos paseando por los museos vaticanos cuando se me vino a la mente la historia de el Papa luna: Benedicto XIII. Benedicto dio origen a la expresión “mantenerse en sus XIII” . Aragones de nacimiento, de esa corona de Aragón que incluía el condado de Barcelona, (no podía ser de otra manera) se erigió papa tras haber participado, el mismo, en la votación del “otro” Papa, el Papa Urbano. Tras ser deslegitimado y declarado anti Papa se negó a dimitir y vivió hasta los 93 años en su castillo de Peñiscola viviendo un papado casi de ficción , sin fieles y sin reconocimiento. Pues en algo así anda ahora el bueno de Puigdemont. En su Peñiscola particular, rodeado de sus fieles que le hacen creer que todavía es president. Un delirio medieval que se recuerda entre chanzas y del que apenas quedará recuerdo en la historia de la cristiandad.
Decía Churchill que el drama de nuestra época es que los políticos eligen ser “importantes” antes que “útiles”. Lo que ocurre es que algunos cuando eligen ser importantes, si se pasan de frenada, acaban siendo simplemente ridículos.